lunes, 29 de octubre de 2012

Marta Leonor González


El pasado miércoles 24 de octubre la poeta nicaragüense y periodista Marta Leonor González se paso por nuestra clase de Escritura Creativa para darnos una charla sobre la poesía. Marta Leonor empezó contándonos su opinión sobre la poesía; para ella no era un arte del que se pueden dar recetas si no que es algo práctico, es cuestión de ponerse, de dejarse llevar y trabajar mucho en lo que se nos ocurra. Puso este video en el cual se reflejaba lo que distintos personajes decían lo que es la poesía para ellos.
 

Después de esto siguió hablándonos de la historia de Nicaragua, de la represión y de la dictadura que gobernó el país unos 40 años y como esto puede repercutir a la hora de la producción de nuevos artistas y obras. Tras esto volvió otra vez a hablarnos de la poesía, centrándose en la creación de esta apoyándose en un Power Point. Nos dijo que era algo de lo que no debíamos esperar hacernos ricos ya que vivimos en una época en la que priman las grandes novelas en detrimento de la poesía. Comentó cosas sobre la inspiración y el temido bloqueo, nos dijo que no tuviéramos miedo de bloquearnos que sacáramos todo lo que llevamos dentro y que eso se conseguía fijándonos en todo lo que nos rodea. Por ejemplo, ella nunca había visto una cigüeña y eso era algo que le podía hacer ponerse a escribir, también nos comentó que tenía un amigo que siempre que estaba con el conseguía hacerla pensar y tener inspiración. Nos hizo más partícipes de la charla cuando nos hizo levantarnos y decir una serie de consignas como: ¡Hoy voy a ser mejor! ¡No tengo miedo! Además también nos pidió que nos autoabrazasemos y nos hizo abrazarnos a todos los compañeros que estábamos en la charla. Por último nos leyó varios poemas de su última obra Paloma equilibrista donde pudimos ver el por qué de que la llamen “poeta de la ira”.

En mi opinión fue una charla bastante amena pero un tanto peculiar. Me pareció algo intermitente ya que se podía diferenciar perfectamente cuando Marta hablaba y nos contaba realmente lo que pensaba, a cuando leía lo que tenía preparado. Cuando  hacia lo primero irradiaba un magnetismo que te impulsaba a escucharla, a pesar de que personalmente no sea un gran amante de la poesía como creador, ya que me infunde demasiado respeto como para intentarlo. Cuando empezó a hablar de la creación de la poesía le quito una parte de este lastre de todo ese respeto que le tengo al crear poesía y tocó un asunto en el que últimamente llevo pensando mucho: el exprimir todo el jugo de cada momento y que ello nos haga obtener algo de cada pequeña cosa que vivimos. Así que quien sabe a lo mejor gracias a esta “normalización” de la poesía me animo a escribir algo.
 
Para finalizar os dejo con un poema de la autora:

 

Poema Charral

de Marta Leonor González


Flemática mujer de hermoso pelaje
en cintura
enmarañado pelo,
una araña carga en su pubis ancestral
negra hasta los meniscos,
perturbadora de la noche
calla, arrolla
En la esquina ebria
de Fresh Point
su rostro negra asoma,
tartamudea la anciana
medusa embadurnada de olores.




 

lunes, 22 de octubre de 2012

Escenario

Esperando en la peluqueria...




Anselmo leía el periódico deportivo mientras esperaba su maldito turno para arreglarse esos pocos cabellos grisáceos que le quedaban. ¡Ay! Poco quedaba ya de aquellos días en los que una mata negra azabache imbuía su cabeza y le tapaba totalmente la cabeza sin dejar claros en ninguna parte. Era un pelo negro con estilo, con elegancia, saber estar… pensaba Anselmo, no como los hippies que se dejaban esos pelos largos que parecían mujeres. Los hombres tenían que llevar el pelo corto y bien peinado a poder ser con la raya a un lado, no como los jóvenes de ahora que no hacían más que ponerse gominas, lacas, ceras y pamplinas. ¡Coño es que se dan más potingues que las mujeres!. ¡Ay! Los jóvenes de ahora… los ponía yo a segar espliego de sol a sol y no a pasear mochilas como van ahora, así entenderían lo que es de verdad trabajar y sufrir por vivir, no como ahora que van como marqueses: que si móvil, que si Ipod, que si ropa de marca… Yo llevaba pantalones cortos en invierno, eso sí con los calcetines hasta arriba y poco más podía tener salvo la ropa de los domingos para ir a la iglesia.

-Juan hijo mío, ¿vas a terminar de una vez? Es que me van a dar las uvas chiquillo…

-Tranquilo Anselmo que no me queda ya nada.

-Si no estuvieras de cháchara estaba ya en casa.

-No se cabree Anselmo, que las cosas se hacen mejor si uno está de buen humor.

         Pero que se habrá creído este tontolaba si yo soy una persona que tiene un carácter muy agradable, mi tía Carlota me lo decía siempre que yo era el bueno de los hermanos. ¡Ay! Mis hermanos... menudos garrulos, y encima malos como ellos solos; el Joaquín un borracho y mi hermana María una víbora mira que no ayudar a madre con…

         -¡Anselmo le toca!

martes, 16 de octubre de 2012

Creando un personaje


Cuestiones en la oscuridad

Según sus cuentas estarían ya muy cerca del año nuevo pero el calor en esas tierras era insoportable. La lastimera brisa que entraba por la pequeña apertura en torno a las gruesas paredes de la prisión, le producía a Alonso el único respiro de vida que le hacía no desfallecer en esa jaula que parecía un horno. Pensaba que había pasado un mes desde que le habían capturado en aquella emboscada en el camino a Acre. Los asaltantes eran unos cazarecompensas que buscaban a un ladrón de cabras de la zona. Todavía se maldecía de haber sido tan descuidado. Solo habían pasado unos meses de la caída de Jerusalén en manos de Saladino y Alonso iba a Acre en busca de un nuevo trabajo para su espada, le daba igual quien fuera el que le pagara con tal de que lo hiciera. La prisión de la ciudad de la que desconocía el nombre, era un lugar oscuro y tétrico en el que los gritos de los torturados disipaban el silencio sepulcral de aquella tumba de vivos. Compartía estancia con un ladrón de Alepo y un viejo del que no sabía nada, pero con solo observarle se impresionaba de la cantidad de huesos que tenía el cuerpo de los hombres.

De pronto, dos hombres con cimitarras en los cintos desataron a sus compañeros de celda y le dejaron solo durante un par de minutos. Las ataduras le aprisionaban las manos y los pies y su movilidad era nula, apenas podía levantar la cabeza. Cuando Alonso había bajado la guardia después de esos minutos, la cerradura de la puerta se abrió, apareciendo un encapuchado.

-Buenas tardes, me gustaría conocer algo más acerca de vos.

Después de aquella desconcertante aparición ,el encapuchado tomó un taburete de uno de los hombres armados que habían entrado y se sentó en frente. Alonso apreció un acento francés endurecido con un tono germano, pero no podía ver su rostro para poder analizarlo mejor.

-Mi lengua agradecería unas gotas de vino para que las palabras pudieran salir con fluidez, si sois tan amable mi señor- Alonso habló sin dudar un ápice ya que pensaba que era un simple interrogatorio para aclarar las cosas de las que le inculpaban. Poco tiempo después entró el otro hombre armado con un vaso rebosante de vino que el encapuchado dio de beber a Alonso.

-Espero que ya se encuentre todo como gustéis y ya podáis contestar a mis preguntas. Me gustaría comenzar por preguntaros qué hacéis por estas tierras y de qué familia provenís- En ese momento pareció que Alonso recuperaba todas sus fuerzas, puede que fuera por el vino, por el olor de los ropajes del misterioso interrogador o por haber escuchado la palabra familia. Familia, aquella palabra conseguía hacer pensar a Alonso puede que más que cualquier otra. Nunca había tenido una como tal se pudiera considerar y eso le había perseguido en su cabeza toda su vida.

-Soy un mercenario aragonés nacido en las tierras de Ribagorza. Vine a Tierra Santa hace unos años a hacer fortuna gracias a mi espada. Hace un mes me tendieron una emboscada cuando iba de camino a Acre. Viajaba solo y no hice nada para que me apresaran, según me dijeron estaban buscando a un ladrón de cabras pero no atendieron a razones. Intente hablar con ellos pero fue inútil…

- Eso ya lo sé, me han contado que pudisteis desarmar a tres de ellos antes de que pudieran ataros, pero no es lo que realmente me interesa. Habladme de vuestra familia y de que hace un mercenario aragonés tan lejos de sus tierras con la cantidad de trabajo que tendríais más cerca de ellas- refiriéndose a los conflictos con los almohades que mantenían los reinos peninsulares.

-Mis respuestas serian más precisas y rápidas si me pudierais liberar de mis ataduras y pudierais apagar mi sed con algo más de vino- Un chasquido hizo que los dos hombres armados se pusieran manos a la obra trajeron una mesa y otro taburete antes de desatarle, luego se colocaron detrás de Alonso en una posición bastante preventiva para lo que pudiera hacer el aragonés.

Alonso se estiró, lo que dio una ráfaga al misterioso encapuchado del olor a suciedad, sudor y excrementos de los que estaba impregnada su ropa, la cual se componía de poco más de un tabardo de cuero negro y unas botas en muy mal estado. Después de que el sentido del olfato del encapuchado se viera ampliamente superado teniendo que girar la cabeza hasta habituarse a la nueva sensación, este vio como Alonso parecía un hombre más bien delgado, pero que daba la impresión de ser más fuerte de lo que aparentaba. Llevaba una espesa barba negra, al igual que su pelo largo bastante despeinado en el que ya florecían algunos mechones grises. Parecía una persona muy seria, su cara era ruda y se apreciaba como endurecida tanto por el sol como por los acontecimientos de su vida. Sus ojos negros refulgían como el fuego de una hoguera en una noche oscura y le daban cierto aire de grandeza, de orgullo, a pesar de que su descuidado aspecto y pésimo estado le quitaban nobleza a esta última característica que había notado.

El mercenario apuró dos vasos de vino relamiendo las últimas gotas, viendo que sus acompañantes no le iban a servir más comenzó a hablar:

-Mi madre me crío hasta los doce años, pero unas fiebres se la llevaron. De mi padre nada sé, pero mi madre rezaba todos los días porque yo no fuera como él. Al morir ella fui al Monasterio de Alaón donde un monje me ayudo a sobrevivir para convertirme en lo que soy hoy. Poco me acuerdo de mi pobre madre, creo que los últimos días de su vida me marcaron de una forma que no desearía ni a mi peor enemigo. La pobre desgraciada sufría tanto por sus dolores que suplico a un más desgraciado niño de doce años que acabara con su sufrimiento, yo no podía hacer eso y la deje en la casa mientras maldecía mi nombre. Cuando regrese el Señor ya se la había llevado, poco mas recuerdo, pero aquellos gritos se anclaron en mi corazón de tal forma que todavía los recuerdo como si fueran ayer. Del resto solo recuerdo acudir al monasterio al atardecer, pidiendo a los monjes que me ayudaran a darle sepultura, entonces uno de ellos me acogió por pena y a raíz de ahí, viví casi como uno más del monasterio donde aprendí a leer, a escribir, a contar y a todo lo que pude asistir sin faltar con mis oraciones y mi trabajo en las tierras del monasterio en los ocho años que pase allí. Vine a Tierra Santa para alejarme de los problemas de mi tierra, no por devoción, la perdí hace tanto que ya ni me acuerdo... He visto actuar mejor a muchos de los que llaman infieles que a los “caballeros de Cristo”, que se queden con su Deux Vult, esta no es su tierra y por lo único que vienen italianos, franceses, ingleses… es por las tierras, la riqueza y poder hacerse el nombre que no pueden hacerse en sus hogares, no por fe, ni amor a Dios.

-Habláis demasiado Alonso, teníais razón en que el vino haría fluir vuestra lengua, pero no quiero que haga hervir vuestra sangre y que soltéis tal clase de improperios…

-Yo no os he dicho mi nombre, ¿Por qué lo sabéis?- interrumpió nervioso.

-Digamos que he venido en nombre de alguien más importante al que le interesa vuestra persona para un trabajo en el que sois bastante docto y por el cual sois gran conocido y tenido en alta estima. Pero eso es algo de lo que hablaremos más adelante. Habladme de esa historia de porque vinisteis aquí, suena a problemas de ladrón o más bien a problemas de faldas de ramera, soy todo oídos, ¡sorprendedme!

-¡Ramera lo será vuestra madre mi señor!- contestó agresivamente y de forma orgullosa Alonso cortando la carcajada en medio de la que se encontraba el encapuchado.

-Calmaos, no estáis en posición para hablarme de ese modo, sabéis que la pena a los extranjeros en estas tierras por robar es la muerte y yo podría acelerarlo por el simple hecho de agraviarme como lo habéis hecho- respondió tranquilamente el encapuchado.

-No temo a la muerte, ya todo se me ha quitado en esta vida- dijo Alonso tranquilizándose al escuchar el detalle de la pena de muerte

-No seáis iluso, me serviréis mejor vivo que muerto, además necesito saber el principio y el final de toda vuestra historia, sea con rameras o sin ellas. Rápido, los caballos nos esperan.

-¿Caballos? ¿Soy libre?- preguntó  sorprendido.

- Claro, no pensaréis que iba a perder mi valioso tiempo para charlar con un sucio y malhablado prisionero al que iban a ajusticiar mañana. Llevarle a la posada, yo iré al anochecer, tengo que arreglar unos asuntos- dijo a sus hombres. Los hombres le cogieron fuertemente por los brazos, uno de ellos llevaba un saco con el que tapó la cabeza de Alonso y rápidamente le sacaron de aquel oscuro lugar en el que había malvivido un mes, quien sabe si para acabar en un sitio peor...